
"El propósito de cuestionar la idea de que los signos son naturales se logra analizándolos allí donde parecen precisamente más naturales, pero sin embargo son lo que siempre fueron: partes de un código arbitrario, elaborado y de gran complejidad"
Roland Barthes
El texto "Los romanos en el cine" pertenece al corpus de análisis semiológicos que el escritor Roland Barthes propone en Mitologías (1957). Este semiólogo francés realiza una crítica ideológica al lenguaje de la cultura burguesa de su época. En el resultado de esta crítica, Mitologías, el autor manifestará su interés por generar una conciencia en los lectores acerca de la universalidad equívoca de las prácticas culturales de una sociedad específica. Esta universalidad, dirá el escritor, pretende naturalizar lo que es propiamente histórico, y de este modo, instaurar la autoridad de una cultura cuyos modos de significar se asumirían como incuestionables.
Por las propias palabras de Barthes, en su prólogo a la primera edición de esta obra, sabemos que su interés por formular una semiología que sentara las bases para una crítica ideológica de las manifestaciones culturales propias de la sociedad burguesa era sumamente importante, “sufría al ver confundidas constantemente naturaleza e historia en el relato de nuestra actualidad”. Este afán por evidenciar el abuso ideológico de dichas manifestaciones, lo condujo a este análisis sistematizado de lo que él llamaría mitos.
Mabel Marro (2005) opina que Roland Barthes obtiene, a partir de su conocimiento de la obra de Saussure, “un pasaporte oficial para transitar los caminos semiológicos”. De este modo, nos explica que el punto de partida para la sistematización del análisis científico de los mitos ha sido fundamentalmente la obra del reconocido padre de la lingüística. Esta autora también nos proporciona la noción de mito en Barthes, a saber: se trata de una forma de decir, un lugar común, un habla que es frecuentado y que funciona como canal del lenguaje producido por la cultura de masas.
En el texto “Los romanos en el cine” podemos observar de qué manera Barthes rompe con la naturalidad de un mito instaurado en la conciencia de la gente; mito que, en realidad, supone una construcción histórica. En este apartado el autor analiza unos signos visuales que aparecen en la película Julio César de Mankiewicz, a través de un comentario mordaz de los mismos. Se trata de signos que, como afirma el semiólogo, degradan al producto artístico en tanto se advierte su excesiva intención de comunicar.
El flequillo como significante de romanidad, y ésta el significado. La versión tridimensional del signo aparece cuando de allí inferimos que porque un actor yanqui luce en su frente un flequillo romanizador, como espectadores podemos estar seguros en ese lugar común y aceptar cualquier otra característica del personaje, por más alejada que esté de la realidad cultural del pueblo latino. También se observa el signo del sudor constante, que pretende significar una actividad agotadora: el pensar.
Barthes señala que su preocupación, en este sentido, es plantearse una moralidad del signo. Porque, si a través de éstos se pretende comunicar algo, “existe una duplicidad culpable en confundir el signo y el significado”. Entonces, la ambigüedad que deviene de estos modos de significar arbitrarios, que se pretenden naturales, confunde el origen del signo y deja al descubierto una hipocresía en el arte burgués.
Vemos cuál es la tarea del semiólogo: analizar la retórica del mito y proporcionar los elementos necesarios para reconocer la arbitrariedad de todo signo.
Mitologías del presente
Existen diversas mitologías en la actualidad que tienen que ver con imaginarios vinculados a espacios o grupos culturales específicos. Estos presuponen que, por ejemplo, una institución educativa por estar situada en un barrio o zona particular (generalmente se trata zonas periféricas a los centros urbanos) presentan realidades sociales “complicadas”. Este mito, este “lugar común” al que se acude para catalogar una situación que tal vez no conocemos en profundidad, nos dice que los chicos que concurren a una escuela de este tipo, de “nivel bajo”, seguramente con una realidad socio-económica desfavorable, tendrán menos capacidad para aprender que un alumno que, por ejemplo, concurre a una escuela privada. Tal suposición es totalmente arbitraria, en la medida que deja por supuesto que una persona, por vivir en un barrio específico, posee menos capacidad intelectual.
No menos arbitrarios son los estereotipos instalados en torno a la imagen de algunos grupos culturales como los “hippies” o “rockeros” y en cuanto a los lugares de procedencia. Para ejemplificar esta situación me remito a una experiencia que es muy conocida. Cuando un chico o chica va a pedir trabajo a un comercio, es probable que el encargado de evaluar su aptitud para el desempeño laboral observe detenidamente su imagen. He visto cómo en una heladería ubicada en un lugar céntrico de Olavarría descartan la posibilidad de contratar a un chico por el corte de pelo, su ropa y por su nacionalidad. Cabría pensar que por ser de Paraguay uno no estaría lo suficientemente capacitado como para armar un helado o atender cordialmente a un cliente, pero lo cierto es que ese pensamiento es muy limitado e inmotivado.
A partir del reconocimiento del carácter arbitrario de estos mitos, y porque sabemos que están fuertemente instalados en el imaginario social, consideramos que es necesario el análisis de los mismos. ¿Por qué suponer que un argentino o un chileno están más capacitados para atender un comercio que un boliviano o un paraguayo? ¿Por qué creer que los alumnos de un colegio privado serán menos conflictivos que los alumnos de la escuela de un barrio alejado?
Bibliografía
BARTHES Roland, "Prólogo a la edición de 1970", "Prólogo a la primera edición" y "Los romanos en el cine" en "Mitologías", Siglo Veintiuno Editores.
Zecchetto Victorino -coordinador- (2005), "Seis semiólogos en busca del lector", La Crujía.
Paula Tolosa( estudiante Primer año del Profesorado de Lengua y Literatura)
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